En el presente año 2025, la Iglesia católica beatifica a 124 andaluces martirizados durante la Guerra Civil Española, entre 1936 y 1938, por su fe, y que se suman a los 2.053 mártires beatificados de los alrededor de 10.000 asesinados.
Nuestro protagonista, nació el 20 de abril de 1907 en Rollán (Salamanca) y aun hoy podemos saber más de su vida y misión gracias a sus familiares que viven y están vinculados con el pueblo. Cursó la primaria en Salamanca y, en el tercer año de latín, debido a su precaria salud, marcha a Comillas donde estudia Humanidades y se licencia en Filosofía, obteniendo el grado de bachiller en Teología. Ordenado de sacerdote el 24 de junio de 1931 se incardinó, por razones familiares, en la diócesis de Badajoz y fue nombrado Capellán de las Siervas de San José en Mérida. Allí permaneció desplegando un apostolado activísimo hasta primeros de abril de 1936, fecha en que fue trasladado a Campanario con el cargo de Coadjutor. Por ausencia del titular don Antonio Manzano Garías fungió como párroco en el verano de 1936.
Durante la novena de la Virgen del Carmen el ambiente social se enrarece impidiéndole la entrada a la iglesia el 17 de julio de 1936. Cuando registran su casa no encontraron más armas que su reloj y el rosario. Con respeto y firmeza les reprochó que "él era un ciudadano como ellos y que no tenían derecho a molestarle". El 18 consiguió del Sr. Albiat, maestro de escuela y socialista, autorización para celebrar la misa. Cuando vuelve a casa, le piden la llave de la iglesia y se niega a hacerlo. De todos modos, la iglesia es convertida en Casa del Pueblo, profanándola con bailes y fiestas.
El domingo 19 celebra misa en las Clarisas y no sale de casa pues los marxistas habían tomado Campanario, expulsan a las monjas de su convento y detienen a varios de los seglares más destacados.
El día 21, cuando tan sólo llevaba tres meses y medio en su nuevo destino, fue encarcelado en el convento por el simple hecho de ser sacerdote. Le hicieron ofertas muy tentadoras para librarse de la prisión; le habría bastado decir que no era sacerdote y habría sido liberado. Pero él se daba cuenta de que eso sería una incoherencia, una traición y fue fiel. Le apaleaban varias veces al día, obligándole a realizar trabajos como la limpieza de cuadras y evacuatorios; así lo declararon Cirilo Díaz Martín y Manuel Quirós, compañeros de prisión y evadidos de Campanario. Doña Romana, su hermana, que padeció moralmente su mismo calvario, recogió su martirio en un diario titulado "Cuaderno para reseña del tiempo que estuvo en la cárcel y martirio sufrido por el sacerdote José Luis García Cuadrado" exponiendo el sufrimiento padecido y su posterior desenlace (Archivo diocesano de Badajoz. Fondo Diocesano, comp19.B, caja 30, exp.29).
El día 28 entraron dos milicianos (el "Mosca" y el "Carrasca") buscaron al "curita" para apalearle. Atado a un árbol del convento convertido en cárcel, durante varias noches, arrojaron sobre él macetas y cuantos objetos hallaban a mano. Ese árbol, hoy desaparecido por convertirlo en reliquias de mártir, fue un auténtico árbol de vida como el madero en que fue crucificado Cristo. Tendido en el suelo, con las heridas manando sangre, sin quejarse, ni dar muestras de impaciencia, siempre con el semblante risueño y alegre que le caracterizaba, animaba a sus compañeros de prisión que estaban admirados de la resignación y fortaleza con que llevaba su calvario.
El día 29 de octubre fue llevado en camioneta al cementerio en el que fue fusilado. Junto a sus compañeros de prisión fue obligado a hacer la instrucción militar, pero no pudo sencillamente porque no podía mantenerse de pie, tenía rota la espina dorsal y varias de sus costillas con fuertes palos. Y así, tendido en el suelo, despreciado y deshecho, fue muerto de un tiro en el arroyo Tamujoso, junto al actual pantano de Orellana, tal como declaró uno de los supervivientes, Benito García y Navero. Tan sólo llevaba cinco años de sacerdote y 29 de edad.
La que fuese maestra de Sando, su tía doña Teresa Cuadrado, dirá que toda su vida giró en torno a tres grandes valores y amores: la cruz de Cristo, las almas y los libros. Él mismo nos lo confirma en una carta: "...recuerdo con agrado las azoteas de Mérida; el cielo puro, no la tierra, aunque esté llena de encantos...Las horas tranquilas son las que me llenan...Quiere decir que deje a un lado los sentimentalismos y me abrace con lo más poético y dulce: la Cruz. Es lo que siempre dará alegría. Sufrir por Dios es mejor que sufrir sin objetivos".
Su causa de beatificación está introducida y Dios quiera que lo veamos pronto en los altares. Ha sido grano de trigo, triturado y molido como nueva hostia de amor. Bellamente lo escribió Paul Claudel en su oda "A los mártires de España":
La tierra está labrada. Ahora es la época de la siembra. La amputación del árbol ha concluido. Ahora es la época de las represalias. Bajo tierra, la idea ha germinado. ¡Por todas partes en tu corazón, Santa España, la represalia inmensa del amor! ¡El invierno continúa sobre nuestros surcos, pero la primavera ya ha estallado en las estrellas!"
Recemos con gratitud y devoción la oración compuesta para obtener la beatificación de este siervo de Dios:
¡Oh, Dios Omnipotente, y bondadoso, que os complacéis en glorificar en la tierra a los que se distinguieron en vuestro amor y servicio; por la profunda humildad, fervorosa oración y celo ardiente de las almas que mostró en vida vuestro fiel Servidor y Ministro José Luis, y por la invicta fortaleza con que toleró su largo y cruelísimo martirio, concededme la gracia de imitarle en sus virtudes y el favor que os pido en esta novena a gloria vuestra, exaltación de vuestro y provecho de mi alma. Amén.
En la obra de Eladio Méndez "Mártires y confesores de la persecución religiosa en Badajoz (1931-1939) (Badajoz, 2003, PP.149-150) se inserta un entrañable testimonio de la feligresa de Rollán, María Martín Lucas, -mi abuela materna-acerca de la fama de santidad del mártir. Refiere que, con ocasión de tener a su hermana y a una hija enfermas "acudí a la oración con gran fe y confianza por mediación de don José García Cuadrado, a quien conocí traté desde niño y tengo por sacerdote santo y mucho más después de su martirio, pidiéndole a Dios" la salud de ambas, y como la obtuviese lo declaró agradecida ante el párroco don Manuel Domínguez Muñoz.
Quiera el Señor que conozcamos, valoremos y contemos con la protección de nuestro valiente paisano, mártir, próximo a ser elevado a los altares.
Para mayor información, cuenten con mi apoyo para hacerlo llegar a su familia o postulador de la causa.
Mi correo: joseantoniobenito1@gmail.com